En el desamor somos como los gatos. Nos perdemos, pero siempre volvemos…así sea con una vida menos…
El desamor no es más fácil con los años. Tal vez sea más corto, pero si llega a ser así -corto- entonces es eléctrico; estalla en todo el cuerpo y te deja un dolor nervioso inexplicable. Sé por experiencia que cuando alguien se va nuestras vidas, el camino que sigue es silencioso, las noches nos desvelan y los recuerdos acechan desde las esquinas.
Y entonces somos gatos. Damos saltos inesperados, no queremos que nadie (más) nos toque y la mirada se nos pierde en el vacío. ¿Y si los gatos saben una cosa, o dos, sobre esto que siento? ¿Si ellos pueden enseñarme algo para salir de esto?
Aquí este quiz para aprender una lección sobre cómo superar ese amor que todavía duele, según la vida que llevamos con nuestros gatos.
Cuando están solos, tu gato y tú…
Cuando hay visita tu gato…
¿Tu gato tiene otros amigos peludos?...
A la hora de dormir…
Tu gato y la comida…
Estar solo está bien
La mejor compañía es nuestra soledad. Una vez aprendamos a ser buena compañía para nosotros mismos, nos conectaremos mejor con los otros. A veces hay que dejar ir ese amor y aprender a crear nuestras propias reglas del juego.
Hay que salir de fiesta
¡No podemos quedarnos por siempre con este dolor! Hay que darle una vuelta a las cosas y a veces hay que volver a salir al mundo para renovar las energías. No sé quién necesita leer esto, pero es momento de volver a la fiesta.
Vamos a comer en otro lado
Así como tu gato, vamos a comer en otras casas…y con otras compañías. Hoy se fue este amor, pero mañana…mañana es otro cuento. Solo recuerda que en el mundo hay muchos sabores: el amor volverá a saber bien, no te preocupes.
El amor debe ser libre
El amor puede salir por la ventana…y no volver. Pero eso no quiere decir que debamos cerrar puertas y ventanas para atraparlo con nosotros. Dejar al otro ser, solo trae más amor, como cuando tu gato vuelve a ti después de salir de fiesta. Y si no vuelve…bueno, nadie dijo que el amor era para siempre.
Lo importante es la conexión
La conexión no se improvisa. Cuando está ahí y es real, los espacios se respetan, la cursi sobra y a veces la presencia no es ni siquiera necesaria. La lección aquí es tener el corazón lo suficientemente limpio para poder verla cuando llegue, y también, para entender cuando se acabe.
